Cuando el miedo me detiene


A veces veo una oportunidad, algo que otros toman, y me digo: “quizás podría”.
Mientras indago, una ansiedad crece en mí. La veo como una criatura moviéndose inquieta, disconforme.
Finalmente parece entrar en pánico y pegarse a la pared.
No quiere.
Mi mente quiere, pero algo en mi corazón se resiste.
Entiendo que la razón me muestra una salida, pero está este fuerte sentimiento que se opone, y que no puedo ignorar.

Observo a mi criatura.
Aquí estoy.
“¿De qué me quieres proteger?”, aprendo a preguntarle.
Aguardo. Escucho.
Dejo que me hable con imágenes.
Me lleva lejos, donde no hay peligro.
Se calma. Pero no hay nadie más.
Y luego de un rato quisiera volver, para jugar también.
Quisiera volver antes de que se vayan los amigos.
Se siente más fuerte, e iniciamos el regreso.
Pero en el camino vuelve a sentirse inquieta, con esa tensión en el pecho.
Quizás son muchas cosas a la vez y no las entiendo juntas.
Quizás no podré.
Quizás no soy tan bueno y no nos querrán.

Si quien quería y en quien confiaba me lastimó,
si quien debía cuidarme me dejó solo,
¿qué puedo esperar?
Quizás no soy tan hábil como ellos, ni tan fuerte.
Quizás la belleza que veo y otros desprecian no es belleza en realidad.

Encuentro un refugio.
Puedo estar aquí, solo,
y hallar en los libros amigos que no me lastimarán,
que me acompañarán,
que me mostrarán mundos donde puedo estar a salvo.

Cada vez que intento ser como ellos, fracaso.
Cada vez que quiero hacer lo que otros hacen, no lo consigo.
Hay cosas que sí hago bien, que me resultan fáciles, por las que me reconocen.
Quizás no deba hacer nada más que eso.

Quisiera no hacer nada más que eso,
pero necesito algo que está más allá de ese bosque oscuro que me da miedo cruzar.
Creo que si lo cruzo, mi mundo se hará más grande.
He tratado de seguir a algunos que saben cómo hacerlo,
pero me quedo rezagado y poco a poco vuelvo sobre mis pasos
hasta encontrarme otra vez en mi lugar seguro.

Me duele perder, no lograrlo.
Ha sido demasiado dolor durante demasiado tiempo.
Demasiadas promesas que no se cumplieron.
Mi criatura me mira con desconfianza,
con sus ojos tristes entre su cabello enredado.
“¿Por qué quieres ir lejos, donde me duele?”, me dice.
Mira a otro lado.
Me siento junto a ella, siento su piel fría, sus brazos delgados.
Simplemente la abrazo.
Y así es hoy.